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Chile, un país atractivo para los migrantes, Dra. Carmen Norambuena
La temática asociada a los migrantes dejó de estar sólo en la esfera académica o en los círculos de extranjería. Esto, pues saltó al debate público y es comentario obligado entre los ciudadanos comunes, debido a que cada vez más se incrementa el número de migrantes llegados a Chile, al punto que hoy representan el 2.3 % de la población del país. Y si bien los números son indicativos, en el fondo no logran develar las realidades que encierran. Efectivamente, nuestro país se ha convertido en un destino atractivo para ciudadanos provenientes de países latinoamericanos y no pocos de otros continentes, lo que también es novedoso, interesante y no menor.
Frente a esta realidad, la pregunta que se hacen muchos por estos días es si Chile, está preparado para recibir a la población migrante. Y debemos ser enfáticos: ciertamente no lo está por varias razones. Los chilenos desde siempre hemos sido un país “leguleyo”, es decir, apegado a las normas y, precisamente, la problemática que afecta a los migrantes comienza por este ámbito que regula deberes y derechos, puesto que no existe una normativa clara que se haga cargo de los migrantes que llegan al territorio nacional, fuera del control de papeles que hace policía internacional, cuando se hace un ingreso regular.
Saliendo del aeropuerto internacional o de otra puerta de entrada al territorio nacional comienzan las dificultades, siempre y cuando, el migrante no tenga previamente establecido contactos que le lleven a un domicilio temporal o permanente, o que tenga las conexiones de trabajo concertadas o establecidas. Es claro que un porcentaje, llega en estas circunstancias, pero la inmensa mayoría inicia una larga carrera de obstáculos, siendo el primero las condiciones de permanencia en el país quedando a merced de las múltiples situaciones de infortunio que acechan a los recién llegados.
En Chile como en todos los países del mundo receptores de migrantes, los principales desafíos a los que se ven expuestos son aquellos relacionados con la vivienda, el empleo y la salud.
En el caso particular de la vivienda hemos sido impactados por el incendio ocurrido hace unos días atrás que ha dejado al descubierto las condiciones precarias de las viviendas que ocupan. La prensa ha dirigido los dardos a los propietarios de esos cuchitriles en arriendo que, por cierto, sin normas claras hacen su agosto a costa de estos necesitados. Pero el tema va más allá y tiene su correlato con otra pregunta: ¿qué hace el Estado o el parlamento para recibir a esta cantidad de individuos que arriban solos o en familia? Hasta ahora poco o nada.
En realidad, es la política pública la que ha fallado por no haber atendido a esta demanda con prontitud o, mejor dicho, con la oportunidad que amerita. Por lo menos, desde el año 2008, han salido indicaciones señalando la necesidad de establecer las normas correspondientes: dos instructivos presidenciales (2008 y 2015) el proyecto de Ley Piñera (2013) y el actual proyecto de migraciones de la presidenta Bachelet, aún en estudio. Así, con todo, la norma no de dicta y la situación que afecta a los migrantes está llegando a un estado crítico.
Frente a los diversos y graves problemas que enfrentan diariamente los migrantes, han debido ser los gobiernos comunales los que busquen soluciones. Así, por ejemplo, las Municipalidades de Quilicura, Independencia, Estación Central, entre otras, han debido tomar las medidas para hacer frente a demandas que -en no pocas oportunidades- sobrepasan sus capacidades. Sin embargo, las han enfrentado con el esfuerzo de los propios alcaldes, del personal que trabaja en ellas y, lo que es más crítico, con los escasos recursos que estos gobiernos locales disponen para tales efectos.
La prensa da cuenta de la indignación de las autoridades frente al arriendo y subarriendo de piezas en que familias constituidas o conformadas por tres, cuatro o más personas habitan en 3 metros cuadrados, donde en el mejor de los casos comparten un baño para sus necesidades básicas.
Los candidatos presidenciales han incorporado en su discurso el tema migratorio, declarando con alarma los efectos de tales movimientos de personas, asimismo los parlamentarios de diversas regiones levantan sus voces reconociendo el impacto que causan en las zonas más concurridas.
La academia, ha hecho su parte. Cada vez se incrementa los investigadores de diversas disciplinas interesados en los estudios migratorios, cuyos resultados, fundados en evidencias irrefutables, dan cuenta de las características y comportamientos de estos nuevos habitantes que se reparten a través de todo el país con preferencia en el mundo urbano.
En definitiva, todos preocupados, pero la situación persiste y se agrava.
Si tanto nos impactan las noticias de incendios que arrasan con lo poco y nada que tienen estos migrantes, y si desde todas las voces autorizadas se hace presente y urgente impulsar la aprobación de una Ley Migratoria, es hora de legislar. Estas disposiciones legales, además de controlar los ingresos y las salidas, deben normar acerca de la estancia temporal y definitiva de quienes eligen a este país para desarrollar sus oficios o profesiones e instalar a sus grupos familiares. Está claro que sólo resta la voluntad política de hacer y ser un “país de migración”
Requerimos con urgencia que Chile se transforme en un país de acogida; ello porque además, ante las perspectivas de envejecimiento de nuestra población, estos migrantes serán cada vez más necesarios para lograr el balance de población que el país requerirá en los años venideros.
Fuente: La Tercera